Estoy escribiendo esto de manera improvisada mientras mi hija se duerme escuchando su musiquita de bebés, lejos de nuestra casa y sin saber cuando regresaremos, pero con nuestra fe inquebrantable en un Dios soberano y bueno.
No es fácil vivir una tragedia o una situación que parece ser insostenible como para ser llevadas en los frágiles hombros de personas como tú o como yo, sin embargo una situación por dura que sea no puede ocupar un lugar más importante que el de Dios y su obra, estamos en una guerra constante por la verdad, estamos viviendo ataques a la familia y a la iglesia, y no hay tiempo para la duda o el temor, aunque ciertamente en nuestra debilidad la duda y el temor llegan, pero tenemos un Dios más grande.
La falta de victoria en nuestra vida espiritual es a causa del constante egocentrismo en el que vivimos, tenemos una obsesión con nuestras situaciones y nuestra aparente desdicha que olvidamos que no estamos aquí para alcanzar el éxito o el buen nombre o para vivir nuestra mejor vida ahora sino para proclamar el Reino de Dios.
Ciertamente hemos estado viviendo momentos difíciles en mi familia, pero no puedo dejar de agradecer a Dios por su misericordia y tampoco quiero caer en el error de encerrarme en mis penas y olvidarme de que Dios tiene propósitos más grandes para nuestras vidas, hay tiempo para llorar y lamentarse, pero luego hay que levantarse y seguir contracorriente, la mentira y el error siguen avanzando y no permitiré que en mi vida algo me detenga de hablar y tapar las bocas de aquellos que pervierten la verdad, aunque por momentos desfallezca, él se perfecciona en mi debilidad