viernes, 3 de diciembre de 2010

II. El hombre sin el Dios vivo y verdadero







A diferencia de los textos del NT -que por lo demás no consideran propiamente la figura del impío-ateo, ni siquiera entre los no-judíos-, los que hablan de la negación de Dios en el AT tienen muchas veces como referencia al israelita: su ateísmo práctico (ético) es una desviación y un alejamiento de Dios, debido a las sugestiones y tentaciones derivadas del bienestar, de situaciones de poder, del contacto con la idolatría. ¿Quién es, por tanto, el hombre que niega a Dios, según la Biblia?


1. El ateísmo como soberbia.
Una primera nota fundamental de la impiedad humana, la que lleva a la negación al menos práctica de Dios, se deriva de la renuncia a la propia condición creatural. Las diferencias “teológicas” bíblicas desarrollan múltiples acentos en el juicio sobre las causas y manifestaciones del ateísmo que nace de la soberbia humana.


a) La tentación del “bienestar”.
No pocas veces la lectura de los textos del AT lleva a la consideración sobre al ateísmo ético -es decir, al rechazo concreto de Dios- debido a condiciones de seguridad y de bienestar, como si la gestión personal de la propia existencia presente y futura llevase a olvidar y a negar a Dios;
- una valoración de este tipo está ya presente en algunas páginas de tipo profético: por ejemplo, las de Oseas (Os 2,7; Os 2,10-11; Os 2,14; Os 10,1-4); las frecuentes páginas del predicadordeuteronómico Dt 6,10-13; Dt31,20; Dt32,15-20); las de Jeremías (Jr2; Jr 7-13);
- es particularmente enérgico el juicio de Isaías contra la soberbia del pueblo de Dios, que se ha dejado embriagar por sus medios de subsistencia y de autodefensa, y por consiguiente se olvida de Yhwh o no lo incluye en su existencia: Is 5,11-17; 18,1-6; 2,6-22 (Jr 17,5-8);
- la reflexión sobre la tentación del ateísmo que proviene de las condiciones de bienestar aparece con frecuencia en los escritos sapienciales: aun cuando no se rechace expresamente a Dios, de hecho algunos se inclinan insensiblemente a prescindir de él. Véase Si 5,1-8; 11,12-28; Jb 27,13-23; Ps 49; 73 Lc 12,16-21).


b) Las expresiones negativas del ateísmo que nace de la soberbia.
La presunta autonomía respecto a Dios, engendrada por la posesión de bienes materiales, no lleva necesariamente a declaraciones expresas de rechazo de Dios (como en el caso más típico del “necio); sin embargo, el hombre se inclina a olvidarse de Dios, a organizarse por sí solo, a ser soberbio y arrogante frente a los demás hombres.
Éstas son las constataciones más frecuentes en la Biblia, según los textos ya recordados. El hombre deja de adorar a Dios; se olvida de estarle agradecido, como si todo dependiera tan sólo de él (véanse en particular los textos sapienciales).


2. El ateísmo como necedad.
Dos figuras típicas (aunque marginales) del AT sirven para caracterizar la actitud atea de los que, aun sin manifestarse soberbios y presuntuosos, se sitúan, sin embargo, fuera de una relación con Dios: el marido de Abigaíl, al que la Biblia recuerda con el nombre de Nabal (que significa “necio), y la mujer de Jb, a la que su marido -después de pronunciar ella frases ofensivas contra la fe en Dios- le dijo en plan de reproche: “Hablas como una necia’ (como una nabala).
Ambos textos (IS 25,2-42;Jb 2,7-10 véase también el episodio Tobías con su mujer: Tb 2,11-14) proponen la “etimología teológica” de la necedad humana, la que lleva a negar a Dios, o incluso solamente a ignorarlo en la vida: Nabal y la mujer de Jb (así como la de Tobías) se muestran autosuficientes y orgullosos de las cosas que tienen o que hacen; no manifiestan ningún interés por Dios. Además, en relación con los que son creyentes y temerosos de Dios, semejantes individuos se muestran insolentes y ofensivos;
- la necedad se convierte en irreligiosidad, pero también en tendencia a “hacer el mal y no el bien’ en perjuicio de los hombres sencillos e indefensos; así en el Ps 14 y 53;
- según los escritos sapienciales, la presencia del necio es motivo de aflicción y de deshonoren una familia: Pr 10,1; 17,21; Si 22,3-6.
Pueblo necio y estúpido fue Israel cuando pecó contra Dios, que le había engendrado, sostenido y protegido. Expresión de su necedad es su ingratitud y su desobediencia al Señor: Dt 32,5-6 (Is 1,2-4; Os 11,1-4).
Pero también es una necedad el insulto contra Yhwh por parte de los pueblos que oprimen a Israel; en efecto, mientras que no son más que el instrumento divino para castigar la infidelidad de Israel, se empeñan en asumir el tono arbitrario de ofensa contra Dios mismo: Ps 74,18-23 (Is 10,5-19; Is 36-37).
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Finalmente es singular el juicio de necedad que reserva el libro de Jb a los amigos, que -en su defensa de la justicia de Dios frente a los lamentos de Jb- no hablan según la fe: “No habéis hablado de mí como mi siervo Jb (Jb 42,7-9).


3. El ateísmo como impiedad.
El hombre impío (rasa’) en su comportamiento es objeto de interés para la Biblia. La figura que ésta nos presenta de él parece acercarse a veces a las dimensiones titánicas de quien resiste a Dios (véanse ciertos textos de tono apocalíptico: Ez 38-39; lTs 2,6-12; Ap 13,11-18). Es muy frecuente la caracterización de la impiedad como negación concreta de Dios y como agresión efectiva contra los que son piadosos y humildes.
El AT utiliza unas 343 veces la raíz verbal que expresa impiedad y culpa. Su uso es especialmente frecuente en los salmos y en los escritos sapienciales.
- Los malvados no temen a Yhwh, y por eso insultan y oprimen impunemente a los justos. Lo observan con frecuencia los profetas y los sabios en el AT. Más aún: es típico del malvado conculcar la justicia y el derecho de los que temen a Dios: cf Ps 10; 17; 37; 94.
- Por consiguiente, es espontáneo recurrir a Dios, especialmente a través de la súplica, para que ponga fin al orgullo de los impíos: con su conducta son una ofensa contra Dios omnipotente y providencial: cf Ps
139,19; 140,5; Jer 12,1-4.
- La confianza en Dios por parte de los oprimidos no se verá defraudada: ¡quedará vencida la necedad de los hombres! Ciertamente intervendrá Dios; aunque no se vea cuándo ni cómo este orden divino sustituirá al mundo trastornado por los malvados: cf 1s13,11; Mal 3,18; Qo 8,13; Jb 15,20; Ha 1,12-2,4.
Fuente: Nuevo Diccionario de Teología RAVASI


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